Los comerciantes siempre han utilizado marcas o recursos visuales para distinguir sus productos. Un ceramista identificaba sus vasijas imprimiendo la huella del pulgar en el barro húmedo, en la parte inferior de la vasija, o poniéndole su marca (un pez, una estrella o una cruz,...), así pues, las imágenes de marca o logotipos, antecedieron a los nombres de marca.El orgullo por el objeto fabricado tenía que ver en esto, además esperaba que sus clientes buscasen su marca y comprasen su producto, prefiriéndole a los de otros competidores.
En el curso de los siglos, las marcas y los logotipos se utilizaron únicamente a escala local. Las excepciones eran las marcas distintivas utilizadas por reyes, emperadores y gobiernos: La flor de lis francesa, el águila de los Habsburgo en Austria-Hungría y el crisantemo imperial en Japón,... indicaban propiedad o control.
La auténtica marca comercial es fruto de una evolución histórica que tiene un verdadero origen en la Edad Media y en el nacimiento de los gremios, ya que con ellos surgió una normativa que regulaba entre sus miembros el exceso de producción, las características del producto, la competencia de precios o el acaparamiento con fines especulativos. Una de las normas obligaba a identificar el producto con algún signo que pudiera distinguir al artesano que lo había fabricado, de tal modo que se conociera quien había transgredido lo establecido. Sobre una pieza de tela se podían encontrar, a modo de sellos de garantía, hasta cuatro marcas diferentes: la del obrero que la tejió, la del tintorero, la de las autoridades que la habían controlado en la fabrica y finalmente la del maestro tejedor.
Fue en los siglos XVII y XVIII, cuando empezó la fabricación a escala considerable de porcelana fina, muebles y tapicerías en Francia y Bélgica, gracias, en gran medida, al padrinazgo regio, las marcas comerciales y los logotipos se utilizaron por las fábricas como indicadores de calidad y origen. Al mismo tiempo se dictaron leyes más rigurosas sobre el marcado de los objetos de oro y plata para que el comprador pudiese confiar en el producto.
Sin embargo, la utilización a gran escala de marcas comerciales y logotipos se remonta tan sólo a la segunda mitad del siglo XIX.
Félix Velasco
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