Uno de cada cuatro españoles en edad de trabajar es carne de cañón de las listas del INEM, es decir, está parado. Una de cada cuatro familias de esos millones de parados tiene a todos sus miembros desempleados, viven en el umbral de la pobreza o ya se han instalado en ella con vocación de permanencia. La mitad ha perdido su única vivienda, reclaman que se apruebe la dación en pago, como ya han hecho algunas comunidades del PP, o renegocian con los bancos su crispada hipoteca para prolongar su agonía, cuando no se está directamente a la espera de la visita del secretario judicial y la Policía que les pondrán directamente de patitas en la calle. Hablo de que uno de cada dos jóvenes está desempleado y con un horizonte como para salir corriendo... España es el país europeo con mayor índice de desempleo (cerca de un 22 por ciento) y mayor destrucción de puestos de trabajo estables de todo Occidente (1.600 trabajadores van a la calle diariamente). Alguien podría estar tentado a calificar estos datos de tremendistas, descontextualizados y anacrónicos. Pero no. Son los datos del tercer trimestre de la Encuesta de Población Activa (EPA) publicados por el INE, organismo que, como bien sabemos todos, depende directamente del gobierno Zapatero... Los españoles se embarcaron en el Titanic hace siete años y, ahora, a cerca de 4.000 metros de profundidad, nadie es culpable de nada. Lo será, eso sí, el próximo gobierno de Mariano Rajoy y entonces vendrán los muditos de la película (Toxo y Méndez) a culpar al PP de todos los males, desde el hundimiento del Titanic, el desastre de Trafalgar, la pérdida de las colonias, la muerte de Manolete y los cinco millones de parados. Perdón, los seis millones de desempleados. Los cinco que admite el propio Gobierno y el otro millón que no cuenta, pero que también existe sumergido en los cursos de formación y el paro estructural de todos los españoles que nunca tuvieron oportunidad ni nunca la tendrán, y menos ahora, de encontrar trabajo en la España socialista. Ésta es la realidad, la cruda realidad y la herencia envenenada que nos deja el PSOE cuando le demos la patada en ese justo lugar donde la espalda pierde su honroso nombre.
José Clemente
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