¿Cuál es la principal diferencia entre un estadounidense y un europeo? Pues que el americano aspira a pilotar su propia vida. Le repugna ser pastoreado por el Estado, o que se inmiscuya más de lo imprescindible en su economía. ¿Cuál es el sueño del español tipo? ¿Encerrarse en un garaje con unos coleguis, como en California, y conquistar el mundo con una idea? Qué va. La ilusión del español estándar es ser funcionario, aunque sea de bedel en un tanatorio. Los estadounidenses piensan que donde mejor está el dinero es en el bolsillo del ciudadano. En España, donde casi hay más mormones que liberales, sucede lo contrario. Aceptamos como normal que el Estado nos lamine el 20, el 30 o el 40% de nuestros sueldos y disponga de ese dinero como quiera. Se da por sobreentendido que no existe alternativa a este modelo socialdemócrata, que nos mantiene con un paro masivo. Nadie se hace la gran pregunta: ¿Administra bien el Estado nuestro dinero?
Hace justo un año se aprobó la ley que permite privatizar las televisiones autonómicas. Durante lustros escuchamos a los líderes del partido que hoy gobierna en casi toda España clamar contra ese despilfarro. ¿Qué ha ocurrido a la hora de retratarse? No se ha privatizado ni una. Cada año, España dilapida 1.200 millones que no tiene en las autonómicas. Solo cuatro regiones (La Rioja, Castilla y León, Cantabria y Navarra) carecen de canales propios. ¿Viven peor? ¿Sufren mucho los cántabros por no poder ver en su tele realities de «Cántabros por el mundo», o documentales sobre la carestía de la anchoa? ¿Echan en falta los leoneses programas de cocina sobre los pimientos de Cacabelos? ¿Cómo pueden vivir los navarros sin una tele autonómica que ofrezca los encierros en 3D?
Cataluña, cuyo mandatario es incapaz de presentar sus presupuestos (el primer deber del gobernante), se gasta 225 millones en su corporación de radio y televisión, con dos mil empleados. Es casi lo que cuesta RTVE, que atiende a todos los españoles. Andalucía entierra 138; el País Vasco, 105; Galicia, 94. En Valencia, donde todo se hizo a lo récord Guinness, el pufo de Canal 9 es de 1.300 millones. Este verano, Madrid ¡la capital de España! no será asfaltada: no hay un duro. Pero ahí sigue la televisión autonómica. Un servicio vital para los madrileños, pues no hay canal en el mundo que emita más películas de vaqueros con olor a naftalina.
Los canales regionales son doblemente nocivos. Por una parte, detraen dinero público de fines mejores. Por otra, pervierten el libre juego democrático, pues son, en todas partes y gobierne quien gobierne, un instrumento de adoctrinamiento a favor del partido de turno (el tema se agrava en Cataluña, donde actúan como principal ariete del independentismo, lo que los hace intocables).
Trece teles, 11 defensores del pueblo, 12 consejos económicos, 17 parlamentos, 13 cámaras de cuentas, 17 consejos consultivos, institutos cartográficos, meteorológicos, turísticos, embajadas, sinfónicas, museos de arte moderno (vacíos). Da igual. Los únicos problemas de España son Bárcenas, Urdangarín y que Wert, ¡qué ultra!, aspira a que la escuela deje de ser una fábrica de zoquetes.
Luís Ventoso
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