España, 21 de noviembre de 2011: una economía al borde del rescate de la Unión Europea (UE), con casi cinco millones de parados, muy cerca de la recesión y con un déficit público que se situará cerca de los 80.000 millones de euros. Esta es la herencia del presidente Zapatero tras las elecciones generales. Un balance negativo que ha llevado a gran parte de la opinión pública a calificarle como el peor presidente de la democracia. Otros, en cambio, creen que no es para tanto y que le tocó lidiar con la peor crisis que se recuerda. La historia, sin embargo, nos enseña que las sucesiones suelen ser traumáticas, pero, ¿cómo dejaron el país el resto de presidentes? ¿Fueron mejores las herencias de Adolfo Suárez, Calvo Sotelo, Felipe González o José María Aznar?
Adolfo Suárez (1977-1981)
El legado que Suárez recibió del Franquismo tras las elecciones de 1977 no fue precisamente boyante: problemas políticos y sociales y una crisis energética puso fin al periodo de expansión económica de España. Los pactos de la Moncloa, firmados por Suárez y los principales partidos, trataron de estabilizar la transición democrática, así como adoptar una política económica que contuviera la galopante inflación del 47%, que incrementara la renta per cápita (un 20% inferior al de la media europea), y que atajara el paro (incrementado por el retorno de los emigrantes).
Los pactos lograron cierta mejora en la inflación, pero lo cierto es que Suárez no lo tuvo fácil. Su herencia estuvo lastrada, además de por las críticas dentro y fuera de su partido y por los años más sangrientos de ETA (210 asesinados entre 1979 y 1981), por el acoso de los poderes económicos ante una gestión deficiente que llevó al país, de nuevo, hacia una inflación importante y un desempleo desmesurado: 1.741.000 de parados (13,5%) poco antes de dimitir, frente al 12,6% del cuarto trimestre de 1980, lo que implicaba un crecimiento de 121.000 parados. Ni tan siquiera el plan económico presenta en agosto de 1979 tuvo los resultados esperados.
Calvo Sotelo (1981-1982)
Apenas tuvo tiempo el sucesor de Suárez para mejorar la situación, con un golpe de Estado y otras crisis de por medio, como la del aceite de colza. Es más, según el dato del paro en el último trimestre de 1982, el último de la era Leopoldo Calvo Sotelo, el número de parados ascendió hasta los 2.234.800 (17,06%), casi 400.00 más que los dejados por Suarez.
A esto, Calvo Sotelo tuvo que sumar un repunte en el precio del petróleo, sin que hubiera podido controlar la inflación y una desbocada tasa del déficit público, que pasó del 1,1 al 5,5%. Esto provocó una larga etapa de recesión y estancamiento económico que no se detuvo hasta 1984 y que dejó como herencia a Felipe González en 1982, el cual tendría que asumir la difícil tarea de consolidar definitivamente la democracia, concluir la construcción del Estado de las autonomías y, sobre todo, superar la grave crisis economía.
Felipe González (1982-1996)
Con la llegada de los socialistas al poder, en 1982, González realiza una serie de reformas económicas y laborales que mejoraron las cifras del Estado durante gran parte de las dos primeras legislaturas. Sin embargo, la recesión económica producida sobre todo entre 1993 y 1995 afectó considerablemente a la estabilidad del país. Hasta un año antes de que González adelantara las elecciones, se producirá en España un hundimiento importante en las cifras del paro, en las que, en tan solo tres años, se destruyen más de un millón de puestos de trabajo, convirtiéndose en una de las peores crisis de la historia reciente.
Las condiciones que dejó a José María Aznar, tras 13 años de Gobierno, eran objetivamente malas: 3,5 millones de parados (20,04% de la población activa), 5,5% de déficit público, una deuda de 60 billones de pesetas (360.000 millones de euros) y una Seguridad Social en quiebra, en una legislatura que, además, llegó a la mayor presión fiscal de la democracia (un 36% por las subidas de impuestos). Si a esto sumamos el hartazgo de la población por los casos de corrupción y el terrorismo del GAL, parece evidente que al PP le dejó mucho trabajo por hacer.
José María Aznar (1996-2004)
Se suele coincidir en que Aznar recuperó la maltrecha economía de González. En su primera legislatura, la tasa de crecimiento se mantuvo en más de un 3%, el déficit público se redujo hasta el 0,3% y, sobre todo, la tasa de paro bajó hasta el 13,6%, ya que se crearon 600.000 empleos nuevos.
Aunque lastrado por su decisión de apoyar a George Bush en la invasión de Irak, los 8 años de Aznar se caracterizaron por un crecimiento constante y continuo del empleo y el paso de una economía en decadencia a una economía que crecía de manera importante. Al final de su presidencia, el crecimiento era del 2,6% y los parados sumaban poco más de 2.200.000 (un 11,50%), muy por debajo de los 3,5 millones dejados por Zapatero. Se pasó de 12.626.700 de ocupados en el primer trimestre del 96 a 17.865.800 en el segundo trimestre del 2004.
A pesar de los datos, los sindicatos se quejaron de que el empleo era precario a causa de la flexibilidad laboral y de la moderación salarial, pero parece que, si atendemos a las cifras.
José Luis Rodriguez (2004-2011)
Zapatero ha recibido la mejor herencia de cualquiera de los otros presidentes del Gobierno, dejando a la vez la peor de todas.
Cuando José Luis Rodríguez Zapatero llegó en marzo de 2004 a la Presidencia del Gobierno, España tenía algo menos de 2,2 millones de parados, crecía al 2,8%, la prima de riesgo era de 0 y la deuda pública estaba en el 46,2%. Ocho años después, la cifra de desempleados roza los cinco millones, el crecimiento previsto para este año es nulo, la prima de riesgo ha superado este miércoles los 500 puntos básicos y la deuda roza el 66% del PIB.
¿Fruto únicamente de la gravedad de la crisis económica y financiera internacional o también de los errores cometidos? Rajoy, en los próximos cuatro años, puede que tenga la respuesta a esta pregunta.
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Félix Velasco