Mediados del Siglo XIV. La Peste Negra asola Europa. Nadie parecía a salvo. Ciudadanos y campesinos, jóvenes y ancianos, sacerdotes, soldados... "Vemos la muerte que llega en medio de nosotros como un humo negro". Pero la sociedad bajomedieval carecía de los conocimientos para luchar contra ella. Algunos se volvieron a la Iglesia en busca de ayuda, convencidos de que la Peste era un castigo divino ante los pecados del hombre. Otros, al ver que dicha Iglesia no conseguía detener las muertes, decidieron apelar directamente a la divinidad. Dicho movimiento, los flagelantes, buscaba el perdón divino mediante el método de azotarse tres veces al día durante 33 días (un día por cada año de Cristo). Así, iban de pueblo en pueblo, reuniéndose en grupos multitudinarios que entonaban canciones, himnos y salmos mientras se desollaban la espalda y renegaban del demonio. Y, de paso, saqueaban los hogares y negocios de los judíos, como siempre culpables de casi todo, pues la piedad, ni antes ni ahora, está reñida con el sentido práctico.
Comienzos del Siglo XXI. España se debate en medio de la Crisis. Las empresas se cierran, el paro se dispara... No hay trabajo, la gente no puede hacer frente a sus hipotecas, los precios suben. La gente se vuelve hacia esos políticos que durante años han respondido a sus ruegos, con subvenciones, con cheque bebés, con ayudas sociales. Pero ahora no funciona. En una primera etapa, la decisión es volver a apelar a dichos "proveedores". Huelgas, manifestaciones, eslóganes coreados en grupo. En una segunda etapa, al comprobar que dichos políticos han perdido su "magia", que ya no responden, las multitudes deciden luchar directamente contra la Crisis.
Se juntan en plazas por toda la geografía española, montando tenderetes en los que escriben salmos anticrisis, tocan el bongo, hacen caceroladas, organizan asambleas de las cuales salen delirantes propuestas contra "el capital y los mercados". Y, de paso, a falta de judíos a mano, asaltan algún hipermercado propiedad de una pérfida multinacional, también culpables de casi todo. Muy eficaz todo ello. Tanto como desollarse el lomo a latigazos para luchar contra una bacteria transmitida por una pulga que infecta a las ratas.
En ambos casos estamos viendo las mismas respuestas de la psiquis humana ante lo desconocido. Murray Gel Man en su obra El Quark y el Jaguar nos explica las claves de estas respuestas.
Según el prestigioso físico estadounidense, el cerebro humano, y el de todo ser vivo por extensión, busca identificar pautas reconocibles en el caos de información que recibe para establecer esquemas mentales que le ayuden a procesar dicha información.
Pero en la elaboración de dichos esquemas es muy fácil cometer dos errores; el primero, identificar falsas regularidades en modelos aleatorios, y el segundo, su contrario, no aceptar regularidades reales. El primer caso se denomina superstición, y el segundo, negación de la realidad. De la interacción de ambos surgen "creencias", "religiones" que tratan de explicar lo que percibimos y que, si encima son compartidas por un grupo, nos dan un sentido de pertenencia muy reconfortante.
Por ello, volviendo a los ejemplos de comienzo del artículo, hace siete siglos, antes de que la ciencia hubiese entrado a formar parte del acervo cultural humano, se carecía de los conocimientos técnicos pero, sobre todo, de los esquemas mentales para tratar de buscar una respuesta no religiosa, no basada en las creencias grupales de la época, ante una situación desesperada como era la Peste Negra.
Hoy en día la situación es parecida. Después de tantos años de hegemonía socialista en las mentes, en los cuales el socialismo se ha convertido en la nueva religión, con sus dogmas, con su panteón de santos encabezado por el "Che", con su promesa de un futuro paraíso, con su Dios en forma de un Estado omnipresente y salvador, con sus demonios, los empresarios y especuladores y con el Capital como la encarnación del Maligno, es muy difícil para un importante sector de la población poder buscar respuestas no socialistas ante otra situación desesperada, la crisis, y salirse de unos esquemas mentales que tiene grabados a fuego y que son ampliamente compartidos.
Pues, aunque actualmente sí tenemos los conocimientos y las herramientas para poder entender la situación y tomar las medidas para salir de ella, dichos conocimientos están aplastados por toneladas de propaganda, de educación "social", de manipulación informativa, no siempre consciente y, sobre todo, por el peso de la tradición cultural, una tradición contraria al libre mercado, a la iniciativa individual y a la libertad.
Y, por supuesto, están los "sacerdotes y hechiceros". Hoy en día, los políticos, que siempre han sabido "colocarse" en dichos sistemas de creencias, reforzándolos de paso para combinar el liderazgo espiritual con beneficios materiales evidentes.
Eso sí, en un punto sí hemos progresado. En determinadas culturas primitivas, cuando por ejemplo catástrofes naturales como sequías o terremotos asolaban a la población y los hechiceros y sacerdotes eran incapaces de dar respuesta, ellos mismos eran los sacrificados como método de aplacar a la ira de los Dioses.
Aunque, ¿quién sabe? Quizá sea una pena que se hayan perdido dichas tradiciones...
Pablo Carabias
FVA Management - Blog
Félix Velasco
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