El contraste entre ambos discursos no puede ser mayor, lo que advierte de la gravedad de la situación. Razón de más para actuar con exquisito cuidado, que no quiere decir andarse con paños calientes, sino responder a la vehemencia con la lógica, al engaño, con la realidad, al desafío, con la firmeza, sin dejarse nunca provocar, que es lo que buscan. Yo no sé si los nacionalistas catalanes han lanzado su órdago aprovechando la crisis o para escapar de ella. Posiblemente para ambas cosas, pudiendo también haber influido la idea de que la independencia les convertirá en dueños de su país y liberará de tener que dar cuenta de los desmanes que han cometido en él. Lo que sí sé es que la economía es hoy la primera preocupación de los españoles, ellos incluidos, y que una crisis se afronta mejor juntos que separados. Como dice el refrán japonés, «una flecha suelta es fácil de romper, diez juntas no las rompe ni el mejor de los guerreros».
Fue lo que don Juan Carlos quiso trasmitirnos en su mensaje navideño: que separados no superaremos la crisis, mientras que unidos podemos lograrlo. Reconociendo, faltaría más, la pluralidad de la nación española, respetando las leyes que nos hemos dado y actuando todos con generosidad, solidaridad y compromiso. Una fórmula que diseñó Pascal hace ya siglos: «La pluralidad que no se concentra en unidad degenera en confusión. La unidad que no acepta la pluralidad se convierte en tiranía». Que, desgraciadamente, vienen siendo los dos polos en que se mueve la historia española.
Volvemos a estar es una de esas encrucijadas. «Un peligro común -sentenció Aristóteles- une a los mayores rivales». Desgraciadamente, no a nosotros. A los españoles, los peligros nos separan. Seguimos siendo diferentes. Incluso en Navidades, cuando las campanas tañen paz a los hombres de buena voluntad.
José María Carrascal
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Félix Velasco
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