Esos llamados «agentes sociales» son los cómplices del pacto de silencio que propició el clima de impunidad en el que se gestó el latrocinio. La Junta, autora intelectual del método de la partida opaca, porque compraba paz social en comarcas y sectores en crisis. Los sindicatos, porque cobraban porcentajes de las cantidades subvencionadas y tal vez, según la jueza instructora, de las comisiones de aseguradoras e intermediarios. La patronal, ahora en inexplicable e inexplicada bancarrota, porque contemplaba con anuencia complaciente el dinero público que sufragaba la merma del tejido industrial. Todos conocían y todos callaban; nadie denunció, nadie puso objeciones, nadie rechazó su cuota de botín. Al contrario, los convenios favorecían nuevas derramas para cursos de formación de parados y otras fórmulas de financiación encubierta que ni siquiera han servido para evitar las quiebras y despidos en las propias organizaciones de trabajadores y empresarios, incapaces de explicar el destino de los millones recibidos ni su papel en el oscuro marco de negociaciones subterráneas.
La gigantesca red fraudulenta no habría podido gestarse sin esta siniestra cooptación a tres bandas cuyos verdaderos responsables morales no van a sentarse en ningún banquillo de acusados, acaso tampoco en el de la opinión pública ante la que se retratan ufanos como contritos paladines aliados contra la tragedia laboral. Han logrado, bajo la hegemonía de un sedicente poder de izquierdas, la reedición del verticalismo de intereses reunidos en el que más de uno tiene contrastada experiencia. Un sistema de reparto de beneficios mutuos consolidado en un pantanoso régimen de complicidades mal disimuladas.
Ignacio Camacho
FVA Management - Blog
Félix Velasco
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