sábado, 30 de marzo de 2013

Candilejas

En la tangentópoli nacional, heredera de una larga tradición de venalidad que va desde la picaresca hasta el estraperlo, desfila una galería de truhanes, vividores, golfos y mangantes que se asimilan ellos solos al espejo cóncavo del esperpento, esa deformación sistemática que según Valle es el único modo de reflejar el sentido trágico de la vida española. Están los pijos de la Gürtel con sus bigotes en punta y sus jaguares, los estrambóticos sindicalistas de los ERE con los millones escondidos bajo la cama, el jactancioso director general y sus gintonics de puticlub, la mandíbula prieta y el gesto altivo de Bárcenas, los folclóricos miarmas marbellíes de la ya olvidada operación Malaya. Un elenco grotesco que se apodera de la atención pública con el inevitable magnetismo de su traza malencarada y convierte la escena política en un torcido y sombrío guiñol, en una cuerda de títeres siniestros y estrafalarios. Pero detrás de toda esa nómina de fantoches iluminados por el foco alterno de la acción judicial se esconde entre candilejas toda una estructura de la corrupción, una trama de complicidades en la que ya no hay petulantes fantasmones ni sablistas desclasados sino próceres de cuello blanco y profesionales del fraude de ley. Tipos silenciosos de apariencia honorable, virtuosos del disimulo que llevan años acostumbrados a utilizar el poder y sus resortes como teclas de una máquina registradora.
Son los que deciden las adjudicaciones de concursos amañados y las licitaciones de obras ad hominem. Los que diseñan la ingeniería financiera para canalizar subvenciones y dádivas hacia el pozo sin fondo de las tesorerías orgánicas. Los que redactan presupuestos con pliegues en los que esconder del control parlamentario partidas opacas de usos clientelares. Los que conceden convenios discrecionales, los que disfrazan comisiones como minutas de consultoría, los que encauzan contabilidades paralelas. Los que han sustituido el lápiz de recalificar terrenos por la pluma de firmar expedientes a medida. Los expertos en desbloquear asuntos administrativos con una llamada telefónica. Los que idean, respaldan o asienten. Esos que en las cintas grabadas por la Policía a los capataces del fraude nunca salen mencionados por su nombre.
Es ahí, en esa penumbra del poder, donde los jueces escrutan casi siempre en vano en busca de una autoría de inducción, de aquiescencia o de conocimiento. Donde las comisiones parlamentarias se detienen en un quid pro quo de pactos y mayorías. Donde se refugia la impunidad entre una solemne retórica de aforamientos y presunciones. Donde ni siquiera los peones atrapados con las manos en la masa alcanzan a saber quién daba o consentía las órdenes. Donde se pierden o se camuflan los rastros de las responsabilidades. Donde sólo queda la sospecha perceptiva de un pueblo acostumbrado a la desconfianza.
Ignacio Camacho
FVA Management - Blog
Félix Velasco

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