Primero, el aumento del paro no es sólo culpa del freno y marcha atrás en la recuperación, que también, sino del intervencionismo en el llamado mercado laboral; mal llamado porque un 47,3 % de paro juvenil indica que no estamos ante un mercado. Los catastróficos resultados de este pseudomercado no responden a decisiones y contratos voluntarios de los ciudadanos. Los políticos, sindicalistas y grupos de presión no podrán «luchar» contra el paro si no reconocen que son sus principales responsables. Segundo, la reforma laboral ha sido siempre imperativa y lo es ahora más que nunca. La estadística de la EPA puede cargar de razón a las autoridades para hacerla. Sospecho que volverán a hacer un pasteleo, porque padecen el habitual miedo a la libertad, pero el optimismo me lleva a anticipar que, como hicieron casi todas las reformas laborales, no van a empeorar las cosas. Tercero, aquí no hay disyuntiva entre ajustar o crecer. Esta falacia se debe sólo a la política. Las familias y las empresas se han ajustado, dolorosamente. La política no se había ajustado, ni antes de la crisis, ni después: esa demora es lo que ha agravado la situación. Las dos labores que las administraciones no han hecho –bajar impuestos y gastos, y abrir mercados–, siguen siendo cruciales, y no valen las consignas del estilo «hay que crecer» o «hay que evitar la fractura social», para continuar cebando la bomba fiscal, como si los mayores impuestos o los déficits continuados no tuvieran impacto económico apreciable.
Carlos Rodríguez Braun
FVA Management - Blog
Félix Velasco
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