En 1970, un ciudadano japonés envió una carta a una fábrica de jabones de Tokio, reclamando haber adquirido un envase de jabón que, al abrirlo, estaba vacío. El reclamo puso en marcha todo un programa de gestión administrativa y operativa. Los ingenieros de la fábrica recibieron instrucciones de diseñar un sistema que impidiera que esta dificultad volviera a repetirse. Luego de mucha discusión, los ingenieros estaban de acuerdo que el problema se había suscitado en la cadena de empaquetado de los jabones, donde una cajita en movimiento no fue llenada con el jabón respectivo. Por indicación de los ingenieros se diseñó e instaló una sofisticada máquina de rayos “X” con monitores de alta resolución, operada por dos trabajadores encargados de vigilar todas las cajas de jabón que salían de la línea de empaquetado para de esa manera asegurarse que ninguna estuviera vacía. El costo de esa máquina superó los 200.000 Euros.
Cuando la máquina de rayos “X” comenzó a fallar al cabo de cinco meses de ser operada en los tres turnos de la empresa, un obrero del área de empaquetado pidió prestado un “potente ventilador” y lo apuntó hacia la parte final de la cinta transportadora. Mientras las cajitas avanzaban en tal dirección, las que estaban vacías, simplemente salían volando de la línea de empaquetado.
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Félix Velasco
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