Joan Herrera, portavoz de ICV en el Congreso, afirmó en El País: "El valor añadido se crea con inversión y recursos, y no compitiendo con costes fiscales más bajos"; se quejó de que algunos futbolistas pagaran un tipo fiscal como el de los mileuristas, y recomendó "avanzar hacia un sistema fiscal más justo y equitativo eliminando privilegios incomprensibles de aquellos que menos lo necesitan".
La primera frase es extraña, porque la inversión y los recursos son de alguien, con lo cual si a ese alguien el Estado le sube los impuestos, tendrá menos posibilidad de invertir y menos recursos. Salvo que Herrera prefiera que los recursos sean del poder político y no de los ciudadanos, cuya libertad no cuente para el señor diputado. Esto es posible, y es lo que explica que al señor diputado le parezca justo subir los impuestos pero nunca bajarlos.
Y no hay que bajarlos porque según don Joan el problema es la falta de legitimidad de la coacción, para lo cual "hay que recuperar el liderazgo de lo público", es decir, hay que recortar aún más la libertad de los ciudadanos.
¿Cómo pretende este progresista llegar al paraíso de la justicia tributaria y del fin de los privilegios? Su respuesta es tan reveladora como inquietante. Quiere acabar con las sicav, naturalmente, pero de pronto, así como quien no quiere la cosa, delimita el privilegio. Resulta que para él los galácticos privilegiados a los que el poder debe crujir no son los Cristianos Ronaldos sino ¡los que ganan más de 100.000 euros! Démosle un poquito más de tiempo y acabará el distinguido diputado bajando esos límites de modo tal que abarquen a quienes de verdad odian los progresistas: a millones de ciudadanos, la clase media, las personas laboriosas, emprendedoras y dueñas de su destino, las mujeres y hombres libres.
La primera frase es extraña, porque la inversión y los recursos son de alguien, con lo cual si a ese alguien el Estado le sube los impuestos, tendrá menos posibilidad de invertir y menos recursos. Salvo que Herrera prefiera que los recursos sean del poder político y no de los ciudadanos, cuya libertad no cuente para el señor diputado. Esto es posible, y es lo que explica que al señor diputado le parezca justo subir los impuestos pero nunca bajarlos.
Y no hay que bajarlos porque según don Joan el problema es la falta de legitimidad de la coacción, para lo cual "hay que recuperar el liderazgo de lo público", es decir, hay que recortar aún más la libertad de los ciudadanos.
¿Cómo pretende este progresista llegar al paraíso de la justicia tributaria y del fin de los privilegios? Su respuesta es tan reveladora como inquietante. Quiere acabar con las sicav, naturalmente, pero de pronto, así como quien no quiere la cosa, delimita el privilegio. Resulta que para él los galácticos privilegiados a los que el poder debe crujir no son los Cristianos Ronaldos sino ¡los que ganan más de 100.000 euros! Démosle un poquito más de tiempo y acabará el distinguido diputado bajando esos límites de modo tal que abarquen a quienes de verdad odian los progresistas: a millones de ciudadanos, la clase media, las personas laboriosas, emprendedoras y dueñas de su destino, las mujeres y hombres libres.
Carlos Rodriguez Braun
Félix Velasco - FVA Management
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