Una noche, durante una tormenta, un rayo derribó un árbol que obstruyó el sendero.
A la mañana siguiente la mula, caminando por su habitual trayecto, tropezó con el árbol que le impedía el camino.
La mula pensó: “El árbol no debería estar aquí, está en un lugar equivocado” y continuó hasta golpear su cabeza contra el árbol, imaginando que éste se desplazaría, ya que ése no era su puesto. Entonces la mula pensó: “Quizá no he dado un golpe lo suficientemente fuerte”; pero el árbol no se movía.
La mula insistió repetidamente.
Dejo intuir al lector el trágico final de esta antigua fábula griega.
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Félix Velasco
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