domingo, 26 de febrero de 2012

Morosos y matones

Ya va siendo hora de que erradiquemos algunas malas costumbres asentadas entre nosotros y que algunos pretenden ennoblecer con los ropajes de la tradición. En España el Estado ha sido siempre un mal pagador y aún así, encastillado en su morosidad, resulta implacable con sus deudores. Un sólo día en el retraso en el pago de un impuesto ocasiona a quien debe satisfacerlo un coste extraordinario, un recargo porcentual, significativo. Por el contrario, la Administración es, en todos sus niveles —estatal, autonómico y local—, una mala pagadora que no atiende al Evangelio de San Mateo y, en consecuencia, no perdona a sus deudores como estos —incluso por las malas— le perdonan a ella.
El Consejo de Ministros acaba de aprobar un proyecto de ley orgánica y un real decreto para que, mientras se perfecciona la base legal por la que las Autonomías disfruten del mismo tratamiento, los Ayuntamientos puedan pagar a sus proveedores. La medida es irreprochable y demuestra la firme decisión del Gobierno de Mariano Rajoy de activar la economía nacional. Pero —toda decisión política tiene su pero—, ¿no se exigirán simultáneamente responsabilidades, incluso penales, a los alcaldes que hicieron de su capa un sayo y dispusieron de fondos para los que no tenían ninguna autorización presupuestaria? Nos hemos instalado en una democracia impune que permite a los gobernantes sacar los pies del plato presupuestario sin mayores consecuencias y ello es, si bien se mira, un híbrido entre el totalitarismo y la corrupción.
Los 8.000 Ayuntamientos españoles acumulan una morosidad superior a los 20.000 millones —cantidad equivalente a la deuda autonómica— y, según se anuncia, cobrarán primero los acreedores, pequeñas empresas y autónomos, que ofrezcan una quita, un descuento, en sus facturas pendientes. Es histórico que el general Francisco Javier Castaños, el héroe de Bailén, fue citado a palacio por Fernando VII en un duro día de invierno. El duque de Bailén compareció con uniforme de verano, de lino blanco. El rey le afeó al prócer su presencia estrafalaria y el militar respondió: «Señor, acabo de cobrar la mesada de julio y visto como requiere la estación». ¿De qué tendrán que vestirse los acreedores de lo público? La prioridad en el cobro de quienes renuncien a su beneficio, o a parte de los costes de su servicio, es un caso de matonismo de Estado. Ya es vergonzoso que ese Estado no pague, con la puntualidad que exigen las leyes en vigor, sus deudas pendientes; pero que abuse de la necesidad de sus acreedores, y les fuerce a una quita, es bochornoso. Sin simetría no hay igualdad.
Manuel Martín Ferrand

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Félix Velasco

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