Los sindicatos han llegado, incluso, a sustituir al poder legislativo en los temas laborales, aunque todo ello haya resultado en un paro escandaloso, sin igual en el mundo desarrollado. ¿Cómo es posible que estas organizaciones, cuya afiliación real no llega hoy ni al 6% de la población activa, hayan conseguido privilegios y financiación sin fin con gobiernos socialistas y con gobiernos conservadores?
La falta de información fiable y la complejidad misma del proceso han ocultado con eficacia el camino que nos lleva desde el sindicalismo revolucionario de inspiración marxista del siglo XIX al sindicalismo institucionalizado de hoy, convertido al reformismo a cambio de increíbles privilegios y muy generosas subvenciones estatales. Gobiernos de todos los signos, incluidos los de los últimos años del franquismo, han estado siempre dispuestos a conseguir la "paz social" a cambio de otorgar generosa financiación y amplios privilegios y poderes a los aparatos sindicales.
Tal vez la causa del comportamiento tan temeroso de todos nuestros gobiernos democráticos ante las exigencias sindicales esté precisamente en lo disparatado de sus fines y objetivos declarados. Así, cuando en 1977 los tres principales sindicatos alcanzan pleno reconocimiento legal, Comisiones Obreras sigue con su objetivo de "destruir las estructuras de la sociedad capitalista"; la Unión Sindical Obrera habla de "transformar el Estado burgués como organización económica explotadora" y la Unión General de Trabajadores clama por "una nueva sociedad basada en la propiedad colectiva de los medios de producción". Todo esto tenía más importancia de lo que puede parecer hoy, treinta años después, pues en España entonces estábamos en la delicada operación histórica de la Transición, un partido laborista radical gobernaba y arruinaba al Reino Unido y en Francia cuatro años después, en 1981, Mitterrand ganaba las elecciones con un programa no muy diferente al de nuestros sindicatos. En este contexto histórico es muy posible que estas baladronadas sindicales asustasen a nuestra clase política. Lo que sí sorprende es que el susto haya durado tantos años.
Carlos Bustelo
FVA Management - Blog
Félix Velasco
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