Parece razonable esperar que Juan Fernando López Aguilar, presidente de la Comisión de Libertades del Parlamento Europeo, tenga claro qué es la libertad. Veamos.
Definió a Ted Kennedy en El País como "liberal y visionario". Kennedy se pasó toda la vida intentando que la clase media pagara más impuestos, y don Juan Fernando define el liberalismo como su opuesto: "confianza en los poderes públicos para estimular la inversión y la demanda, y aspiración a la Justicia mediante una fiscalidad progresiva capaz de acabar con las desigualdades". Dos notables ficciones: el Estado puede estimular la demanda con un gasto que a la vez la deprime con los impuestos necesarios para financiarlo; y cuando el poder político recorta la libertad eso es necesariamente bueno. Para creer en estos disparates uno tiene que partir de la base de que la libertad es mala. Tal el punto de vista del señor López Aguilar, que no titubea en proclamar que los liberales son los que defienden "la tarea del poder público frente a las injusticias a las que ciegamente puede conducir el mercado si se le abandona sin más a la mano invisible del lucro individual". Por supuesto, no pasa nada si a los gobernantes se les abandona sin más a la mano visible del lucro político. Por eso lagrimea don Juan Fernando al apuntar que el bueno de Ted Kennedy (los amigos de una joven muerta y abandonada no piensan que fue precisamente un ángel) se ha ido "sin ver cumplido su sueño de ampliar la cobertura sanitaria". Un sueño, qué cosa más bonita. Lógicamente, ni una palabra tiene López Aguilar en apoyo de quienes se ven forzados a pagar los sueños de los abnegados progresistas.
Definió a Ted Kennedy en El País como "liberal y visionario". Kennedy se pasó toda la vida intentando que la clase media pagara más impuestos, y don Juan Fernando define el liberalismo como su opuesto: "confianza en los poderes públicos para estimular la inversión y la demanda, y aspiración a la Justicia mediante una fiscalidad progresiva capaz de acabar con las desigualdades". Dos notables ficciones: el Estado puede estimular la demanda con un gasto que a la vez la deprime con los impuestos necesarios para financiarlo; y cuando el poder político recorta la libertad eso es necesariamente bueno. Para creer en estos disparates uno tiene que partir de la base de que la libertad es mala. Tal el punto de vista del señor López Aguilar, que no titubea en proclamar que los liberales son los que defienden "la tarea del poder público frente a las injusticias a las que ciegamente puede conducir el mercado si se le abandona sin más a la mano invisible del lucro individual". Por supuesto, no pasa nada si a los gobernantes se les abandona sin más a la mano visible del lucro político. Por eso lagrimea don Juan Fernando al apuntar que el bueno de Ted Kennedy (los amigos de una joven muerta y abandonada no piensan que fue precisamente un ángel) se ha ido "sin ver cumplido su sueño de ampliar la cobertura sanitaria". Un sueño, qué cosa más bonita. Lógicamente, ni una palabra tiene López Aguilar en apoyo de quienes se ven forzados a pagar los sueños de los abnegados progresistas.
Carlos Rodríguez Braun
Félix Velasco - FVA Management
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