domingo, 20 de julio de 2008

Reflexiones para tiempos de crisis - I


REFLEXIONES PARA TIEMPOS DE CRISIS - I

INTRODUCCION

Algunos de los síntomas más visibles para detectar una crisis pueden ser la caída de los precios de los valores bursátiles, la bajada descontrolada del precio de la vivienda, el aumento de los precios en los alimentos básicos de primera necesidad, en los carburantes y en la energía en general, aumento del desempleo en todos los sectores,... Si además, en un entorno internacional y globalizado cada vez más incierto, la economía ha acumulado en los años recientes desequilibrios que la hacen más vulnerable, como la necesidad de financiar un déficit endémico de balanza de pagos, un retroceso en la posición competitiva respecto a otras naciones, una inflación diferencial creciente, un bajo crecimiento de la productividad, una aumento en la deuda familiar y empresarial, un retraso evidente en innovación respecto al entorno desarrollado, un sistema educativo incapaz de generar los líderes que necesitan las empresas y la sociedad en general, una política económica poco flexible e intervencionista,... no hace falta ser profeta para afirmar que algo se debe hacer al respecto, con una cierta urgencia, ante la falta de previsión que ha permitido llegar a esas situaciones.

Desde mediados del siglo XIX y especialmente después de la I Guerra Mundial (1914-1918) quedó constatado que el camino del desarrollo económico y social no podría ser recorrido por aquellos países incapaces de diseñar y llevar a la práctica un proyecto de educativo científico, tecnológico y humanista. Para entender por qué únicamente una quinta parte del mundo se puede considerar desarrollado, debemos profundizar no sólo en la Economía sino también aprender de la Historia, la Sociología y la Antropología. Sólo así el análisis será completo. Por eso, cuando se agravan los contextos de relaciones mercantiles y los momentos de inestabilidad sacuden los mercados, las medidas financieras, aunque obligatoriamente necesarias, son siempre insuficientes por sí solas.

El trabajo ha perdiendo su auténtico sentido para muchas personas, lamentable, ya que el trabajo, además de un medio para ganarse la vida, es una forma de realización, crecimiento, aprendizaje e integración social que posibilita un abanico enorme de experiencias para canalizar el potencial del individuo. La situación se hace mucho más compleja en aquellos centros laborales en los se ejerce un pésimo liderazgo y, en consecuencia, se “destruye” a la propia gente: estresándola, haciéndola enfermar física y mentalmente, socavando su autoestima, y permitiendo todo tipo de acoso. Aunque esto no siempre es intencionado, la realidad es que estas situaciones hacen infelices a quienes tienen que trabajar allí, las personas terminan mirando el trabajo como una condena diaria que hay que asumir con amargura y resignación.

Pero aun así, en los momentos de crisis el empleo es apreciado y valorado de modo especial por aquellos que lo han perdido. Es como si faltase el aire y fuese imposible respirar con normalidad. Cuando la situación se prolonga disminuye la confianza en uno mismo, se desestabiliza la normalidad familiar, la mente se oscurece, salvo excepciones, de un modo que impide buscar posibles soluciones al problema.

Félix Velasco
FVA Management

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