La crisis vista por un observador amateur.
La crisis del 29, en contra de lo que se suele pensar, no acabó en 1933. Los daños se prolongaron diez años. De hecho, hay quien mantiene que solo el esfuerzo del rearme previo a la Segunda Guerra Mundial, y la propia contienda, permitieron superarla.La gran depresión fue estudiada por los dos colosos del pensamiento económico del siglo XX, Keynes y Friedman. Keynes sostenía que ante una brusca caída de la demanda, había que estimular la economía a golpe de gasto público. Friedman, en un extraordinario ensayo firmado junto a Anna J. Schwartz, desvela que la hecatombe del 29 tiene su origen en la mala actuación de la Reserva Federal, con una política monetaria rácana, que no aportó liquidez al sistema cuando la caída en cascada de los bancos estaba colapsando el país. Entre 1931 y 1932 desapareció el 26% del dinero en circulación en EE.UU. Las consecuencias fueron atroces y, curiosamente, calcadas a las de ahora: crisis financiera y ausencia de crédito, cierre de empresas, bajada de salarios, un incremento del paro vertiginoso y un auge de las ideologías totalitarias y nacionalistas (la folclorada de Cataluña es un ejemplo de libro).
Tras el patinazo con Lehman, gigante al que se dejó caer en 2008, esta vez los grandes bancos centrales siguieron las lecciones de Friedman y practicaron una política monetaria expansiva, con inyecciones de liquidez de vértigo. Sin embargo, los resultados han sido incompletos: se evitó el crack del sistema, pero el crédito no ha vuelto a fluir como antaño y algunos bancos siguen siendo sepulcros blanqueados (no solo en España, también las virtuosas cajas alemanas).
La Reserva Federal ha hecho su trabajo: le ha dado a la máquina del dinero para evitar otra escabechina. Y es que Bernanke es un erudito, experto precisamente en el estudio de la crisis monetaria del 29. Pero el BCE no ha actuado igual, debido al pavor alemán a la hiperinflación, eco grabado a fuego del despendole de la República de Weimar. En lugar de oxigenar la economía, el BCE orientó todos sus esfuerzos a mantener los precios fríos, incluso cuando la recesión ya nos llegaba a los tobillos y la inflación para nada era el problema. Todavía hoy, en plena recaída, el regulador con sede en Frankfurt suelta la mano con cuentagotas y siempre tarde (Merkel incluso alardeó anteayer de tan nociva parsimonia).
En lo que hace a la otra palanca de estímulo que nos legó la historia (la keynesiana), se ha desdeñado en la UE, pues lo que se preconiza es justo lo contrario: cuadrar las cuentas públicas en los plazos draconianos que ha impuesto el Norte, objetivo quimérico en una Europa de nuevo en recesión. Es decir: si teníamos a un enfermo de tuberculosis con un problema añadido de obesidad mórbida, la medicina que le estamos aplicando consiste en quitarle casi toda la comida, con lo que se queda fino, pero con una anemia de caballo, que a la postre también dificulta la cura.
Resumen: Europa (que es Alemania) no ha escuchado ni a Milton Friedman ni a Maynard Keynes. Se están desoyendo las lecciones del 29. Resultado: la UE camina hacia la postración, a rebufo del rigorismo alemán, cuya banca, por cierto, fue la más golosa a la hora de engullir subprimes, derivados y morralla varia que aventaba la imaginativa banca de Wall Street.
Luis Ventoso
FVA Management - Blog
Félix Velasco
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