domingo, 29 de septiembre de 2013

Empacho de buenismo

Hay gente que no es más progre porque físicamente no puede; porque no le da el cuerpo en el sentido literal de la expresión. Pienso en Evo Morales, que ha aprovechado su paso por la ONU para hablar con Bibiana Aído de la igualdad universal, de los derechos de la mujer y del feminismo indigenista; para ponerse una camiseta con el letrero de «Paz en Siria» junto al logo del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) y para jugar, con dicha camiseta multilucha, en la isla neoyorquina Roosevelt, un partido de fútbol por el fin de la violencia de género cuyo balón simbolizaba a su vez otra noble causa –la del ahorro de energía– mediante un generador de electricidad que llevaba instalado dentro y que era capaz de mantener una bombilla encendida hasta tres horas gracias a las patadas que le propinara el presidente boliviano sobre el césped durante treinta minutos. ¡La Ciencia al servicio del idealismo!
A mí todo este despliegue ideológico de medios me admira y me sobrecoge. Yo es que no sé cómo se pueden abanderar tantas bellas causas al mismo tiempo. Yo es que, la verdad, recuerdo que siempre he sido un poco cortao y pudoroso con la exteriorización de las identificaciones ideológicas. Cuando iba a una manifestación ante un asesinato de ETA –por desgracia tuve que ir a muchas en el País Vasco– no solía aceptar más de una pegatina. Llevar más me parecía sobreactuado, innecesario, friki. Me parecía como que ir con el pecho lleno de pegatinas y de pines le quitaba valor, seriedad, eficacia al mensaje. Y no digo ya eso de envolverse con una bandera constitucional como si fuera la toalla con la que uno sale del baño. A mí es que me parece que no se puede reivindicar un símbolo si esa reivindicación no va a unida a la sobriedad y al respeto. En política, como en decoración, el buen efecto reside en la economía de elementos. En ética, como en estética, no hay peor cosa que el recargamiento.
A mí esa foto de Evo Morales en Nueva York junto a nuestra Bibiana, con esa camiseta plurisalvadora de la Humanidad y esa sonrisa de buena conciencia por Siria, por Bolivia, por la mujer, por la paz y por la energía ecológica sostenible, me parece un empacho de buenismo. Yo a esto es a lo que llamo el progre total, el hiperidealista fisiológico, el protocomprometido planetario, el metautopista cósmico, el altruista multiuso; el mutante filantrópico, el sujeto ultrapropagandístico no identificado, el hombre anuncio. A Evo Morales sólo le faltaba en ese partido el poncho étnico y el jersey de montañero, una rama de olivo en una mano por el desarme mundial y el sable de Bolívar en la otra para hacerle un guiño a Maduro. Yo es que, ante un tipo así, tengo la impresión de que, si le das la mano, vas a accionar algún resorte y le va a salir automáticamente por la boca un fax con la letra de la Internacional. Yo es que, ante esa foto de Evo con nuestra exministra de Igualdad, siento un escalofrío de pensar donde estábamos hace sólo dos años.
Iñaki Ezkerra
FVA Management  - Blog
Félix Velasco

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